Incrustados en la cultura del positivismo a ultranza, es casi imposible no idealizar. Ese optimismo tóxico nos empuja a una carrera frenética por alcanzar la felicidad y deshacernos de las emociones negativas.
En esta carrera contrarreloj, acabamos idealizando muchas cosas y personas, pensando que si fuéramos como ellos o tuviéramos lo que ellos tienen, podríamos ser igual de felices.
Las redes sociales amplifican aún más este fenómeno, ya que permiten compartir sonrisas editadas, cuerpos y vidas en las que todo parece perfecto.
Esto nos lleva a idealizar personas y estilos de vida, pero curiosamente, ese ideal no conduce a la felicidad que tanto anhelamos, sino que se convierte en un callejón sin salida que nos lleva directamente a la decepción y la frustración.
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¿Qué significa idealizar a una persona?
La palabra idealizar procede del latín idealis, que se compone de «idea», que se refiere a un prototipo, forma o apariencia, así como del sufijo «alis», que indica una relación, mientras que «izar» significa «convertir en».
Por consiguiente, la idealización consiste en elevar la realidad llevándola al plano de las ideas para hacerla mejor de lo que es.
Idealizar es exagerar lo positivo, considerando a esas personas como un modelo de perfección.
Lo que significa que no sólo las elevamos ignorando sus sombras, sino que también nos devaluamos a nosotros mismos, situándonos por debajo.
De esta forma acabamos generando una imagen bastante alejada de la realidad que puede complicar enormemente nuestra vida o la relación con la persona que hemos idealizado
La idealización es un proceso mental mediante el cual se asignan características excesivamente optimistas a una determinada situación o persona, ignorando sus aspectos negativos.
En general, podríamos entender la idealización como un sesgo perceptivo o una especie de «daltonismo cognitivo», ya que sólo prestamos atención a las señales verdes, que percibimos como grandes y brillantes, mientras que ignoramos las señales rojas de alerta, que vemos como pequeñas y difusas.
Razones psicológicas para idealizar a alguien
Prácticamente todos tenemos tendencia a idealizar a los demás de un modo u otro. Es muy difícil ver las cosas como son y observarlas sin ningún tipo de juicio o «filtro».
Esto no significa que seamos ilusos o que estemos locos. Consciente o inconscientemente, existen diversas razones por las que tendemos a idealizar a los demás:
El deseo de conexión
En el fondo, somos criaturas sociales que anhelan establecer conexiones significativas con los demás.
Idealizar a alguien puede ser una forma de elevarlo en nuestra mente, creando una sensación de cercanía e intimidad que en realidad puede no existir.
Al centrarnos en sus mejores cualidades, podemos sentir un fuerte apego por ellos y experimentar una sensación de pertenencia.
La búsqueda de inspiración
A menudo buscamos modelos de conducta o personas que encarnen los rasgos y características que aspiramos a poseer.
Idealizar a estas personas puede ser una fuente de inspiración que nos motive a esforzarnos más, a superar nuestros límites y a alcanzar nuestras metas.
Por desgracia, esto también puede llevarnos a tener expectativas poco realistas y a ser incapaces de apreciar nuestro propio progreso.
La necesidad de validación
A veces idealizamos a los demás para validar nuestras propias creencias, valores o elecciones.
Al ver a alguien como perfecto o infalible, podemos confirmar nuestros propios ideales y sentirnos seguros de que vamos por el buen camino.
Esto puede proporcionar una sensación de comodidad y estabilidad, pero también puede impedirnos reconocer los defectos y complejidades de nosotros mismos y de los demás.
El encanto de la fantasía
Idealizar a alguien nos permite escapar de los aspectos mundanos de nuestra vida cotidiana y disfrutar de una versión más emocionante y romántica de la realidad.
Al imaginar a alguien impecable o más grande que la vida, podemos escapar brevemente de nuestras propias inseguridades y defectos y disfrutar del brillo de su perfección.
Evitar la vulnerabilidad
Abrazar las imperfecciones de los demás puede ser difícil porque nos obliga a enfrentarnos a nuestras propias vulnerabilidades.
Idealizar a alguien puede ser un mecanismo de defensa, que nos permite mantener una distancia emocional y evitar la incomodidad de conectar verdaderamente con otra persona a un nivel más profundo y auténtico.
La influencia de las redes sociales
En la era digital actual, nos bombardean constantemente con imágenes e historias cuidadosamente seleccionadas que presentan a las personas de la mejor manera posible.
Los medios sociales pueden alimentar la idealización al alentarnos a compararnos con los demás y centrarnos en sus logros más impresionantes o cualidades atractivas mientras ignoramos las luchas, los contratiempos y los momentos ordinarios que los hacen humanos.
El impacto de las narrativas culturales
Nuestra sociedad está saturada de historias, películas y mitos que glorifican la idea del héroe perfecto, el mártir abnegado o el líder infalible.
Estas narrativas culturales pueden moldear nuestra percepción de los demás y contribuir a nuestra tendencia a idealizarlos.
Reconocer la influencia de estas narrativas es crucial para desarrollar una visión más equilibrada y realista de las personas que admiramos.
Señales de que estás idealizando a alguien
Es importante reconocer las señales de que estás idealizando a alguien para poder abordar este comportamiento de manera eficaz.
Si aun tienes dudas sobre si estás idealizando a esa persona o no, aquí te dejo algunas señales de que estás idealizando a alguien:
Ignorar o despreciar sus defectos
Cuando idealizamos a alguien, tendemos a centrarnos exclusivamente en sus rasgos positivos y en sus logros, mientras pasamos por alto convenientemente sus imperfecciones.
Si te encuentras justificando o restando importancia a los defectos de alguien o incluso sintiéndote a la defensiva cuando otros los señalan, podría ser una señal de que los estás idealizando.
Sentirse intimidado o indigno
Idealizar a alguien a menudo implica colocarlo en un pedestal, lo que dificulta que nos veamos como su igual.
Si te sientes indigno o intimidado en su presencia, puede indicar que los estás sosteniendo en un estándar poco realista, lo que puede obstaculizar tu capacidad de conectar con ellos en un nivel más profundo y auténtico.
Expectativas poco razonables
Mantener a alguien en un estándar de perfección no sólo es injusto para ellos, sino que también prepara el terreno para la decepción.
Si te encuentras esperando que alguien siempre tenga las respuestas correctas, tome las decisiones correctas o sea inmune al fracaso, es posible que lo estés idealizando.
Dependencia emocional
Idealizar a alguien puede crear una sensación de dependencia emocional, en la que tu autoestima y felicidad quedan ligadas a sus acciones y opiniones.
Si te sientes ansioso, inseguro o devastado cuando no cumplen tus expectativas o no corresponden tus sentimientos, es señal de que puedes estar idealizándolos.
Pasar por alto tus propias necesidades
En nuestro afán por idolatrar a alguien, podemos descuidar nuestras propias necesidades y deseos en un esfuerzo por agradarle o impresionarle.
Si te encuentras constantemente sacrificando tu propia felicidad, tiempo o recursos para satisfacer sus necesidades, podría ser una señal de que los estás viendo a través de una lente idealizada.
Soñar despierto y fantasear constantemente
Cuando idealizamos a alguien, nuestra mente se consume con sus pensamientos, a menudo en forma de ensoñaciones o fantasías.
Si te sorprendes a ti mismo frecuentemente imaginando escenarios en los que juegan un papel central y perfecto, es una señal de que puedes estar idealizándolos.
No tener en cuenta sus sentimientos o límites
Por último, idealizar a alguien puede llevarnos a olvidar que es una persona distinta, con sus propios pensamientos, sentimientos y límites.
Si te encuentras proyectando tus deseos, expectativas o fantasías en ellos sin tener en cuenta su perspectiva, puede indicar que los estás idealizando.
¿Cuáles son las consecuencias de idealizar a alguien?
La idealización es una situación peligrosa porque puede conducir fácilmente a relaciones de dependencia. Si nos consideramos de poco valor y ensalzamos las virtudes del otro, es fácil que caigamos en comportamientos sumisos y extremadamente complacientes.
Para mantener nuestro equilibrio mental, tendemos a proteger nuestras creencias, por lo que ignoramos todas las señales que las contradicen y buscamos activamente las que las apoyan.
Esto puede llevarnos a una burbuja de idealización en la que poco a poco perdemos el contacto con la realidad.
Por suerte -o por desgracia- tarde o temprano esa burbuja acaba estallando. Las expectativas poco realistas asociadas a una persona caen por su propio peso con el paso del tiempo. Sin embargo, dejar de idealizar y ver a esa persona tal y como es puede ser devastador.
Sin embargo, no todo es negativo.
Cuando conseguimos idealizar «adecuadamente» a nuestra pareja, por ejemplo, interpretamos sus comportamientos de forma más positiva. Así reforzamos la imagen de las personas que nos gustan, ya que también esperamos el mismo trato.
De hecho, en algunos casos la idealización puede convertirse en una especie de profecía autocumplida.
Cuando tratamos a nuestra pareja o a otras personas como alguien maravilloso y con talento, mejoramos su autoestima y su confianza en sí mismos, por lo que también les ayudamos a desarrollar la mejor versión de sí mismos.
De hecho, podríamos ayudarles a convertirse en ese yo ideal, un fenómeno conocido como efecto Miguel Ángel. En estos casos, cada persona puede «esculpir» teniendo como modelo a ese «yo ideal».
¿Cómo dejar de idealizar a alguien?
Aunque idealizar a alguien también tiene sus aspectos positivos, el propio concepto de idealización implica negación.
Idealizar a una persona o una situación significa negarse a ver lo negativo, que siempre existe. Significa dejar de lado el sentido común. Por eso es importante dejar de idealizar.
Curiosamente, el primer paso para dejar de idealizar a alguien no hay que darlo fuera sino dentro de nosotros. Debemos fomentar la introspección.
Es importante que identifiquemos el origen de esta tendencia a idealizar a los demás. ¿Por qué lo hago? ¿Qué admiro en esa persona que creo que me falta?
El segundo paso es tomar conciencia del daño que produce la idealización.
¿Me estoy relegando a un segundo plano para satisfacer a esa persona? ¿Estoy perdiendo mi identidad o mi valía en el proceso de idealización?
El tercer paso es analizar objetivamente qué es lo que más valoras de esas personas y preguntarte hasta qué punto esas características te hacen ignorar los aspectos negativos.
¿Priorizas la belleza sobre otras cualidades de la personalidad?
Si situamos a alguien por encima de nosotros, es probable que esa persona acabe traspasando varios límites o que caigamos en una relación de dependencia emocional.
¿Das demasiada importancia a la inteligencia por encima de la amabilidad?.
Estas preguntas te ayudarán a ver a esas personas de otra manera, con una lente más objetiva, para que descubras hasta qué punto las has idealizado.
Se trata simplemente de ser consciente de la razón que hay detrás de la idealización y de las consecuencias de la misma.
Por último, hay que recordar que nada ni nadie es perfecto. Quizás imbuido de este proceso de idealización, hayas cuestionado tu autoestima, intentando cambiar quién eres para que las cosas funcionen.
Pero lo cierto es que no hay atajos hacia la felicidad. Idealizar a alguien o algo no facilita ese camino, al contrario, lo hace más cuesta arriba.
Reflexiones finales
En conclusión, idealizar a los demás es un comportamiento natural pero potencialmente perjudicial que puede afectar a nuestras relaciones y amistades.
Si comprendemos por qué idealizamos, reconocemos las señales y tomamos medidas para ver a las personas como realmente son, podremos fomentar relaciones más sanas y auténticas.
Acepta las imperfecciones de ti mismo y de los demás, y recuerda que todo el mundo es un individuo complejo y polifacético que merece comprensión y compasión.